lunes, 14 de julio de 2008

ENFERMEROS EN PLENO COMBATE!!!!

Antes que ser policía, John Fidier Gutiérrez consideró ser sacerdote. Ingresó al Seminario Católico de Medellín, pero el uniforme verde le ganó a la sotana y, en abril de 2002, Gutiérrez se graduó como patrullero en la escuela de Policía de Manizales. Dos años y cinco meses después, esta decisión le costó la vida cuando, en zona rural de Pensilvania (Caldas), el escuadrón móvil de carabineros al que pertenecía fue emboscado por el Frente 47 de las Farc (entonces comandado por la hoy reinsertada Karina).
Seis de sus compañeros resultaron lesionados por la explosión de una bomba colocada en la vía por el grupo guerrillero. Dos tenían heridas en un hombro; otros dos, en la pierna izquierda; uno, en un omoplato y otro presentaba un trauma craneoencefálico. A Gutiérrez, una esquirla le había atravesado la arteria femoral de la pierna derecha. Luego de ayudar a estabilizar a los seis policías malheridos, el enfermero murió cuando un helicóptero lo llevaba hacia Mariquita (Tolima) para que lo atendieran a él.
Uno de los relatos más impresionantes de la Fuerza Pública sobre asistencia en combates lo tiene Giovanny Góngora, un patrullero de la Policía de 27 años de edad cuya labor fue reconocida este año por la misma institución con el galardón Corazón Verde. Hace un año, el escuadrón móvil al que él pertenecía fue trasladado a San José del Guaviare para apoyar las erradicaciones manuales en la zona, y Góngora y su grupo fueron enviados a zona rural del municipio El Retorno, en estos días tan famoso por ser la región donde, según las Fuerzas Armadas, podrían estar los secuestrados ‘canjeables’ de las Farc.
Los 150 uniformados del escuadrón, junto con un grupo de soldados del Ejército, formaron un perímetro para proteger a los 60 campesinos que arrancaban las matas de coca. El terreno era selvático y los integrantes de la Fuerza Pública se movían de acuerdo con el tiempo que les tomara a los erradicadores hacer su trabajo. Podían ser tres días, como podían ser cinco. Pero, un día, la población les empezó a advertir sobre la inminente llegada de la guerrilla. “Todas las mañana nos concientizábamos de la situación. Manteníamos el armamento limpio y la mochila lista para cualquier situación”, narra Góngora.

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